Muchas veces, a lo largo de mi trayectoria profesional, me han hecho esta pregunta. Creo que detrás de ella se esconde la idea de: “yo puedo con todo” o «yo debo poder con todo”.
Cuando detectamos que a alguien que nos rodea le ocurre algo, accionamos el mecanismo del cuidado. Es el instrumento en el que nos han educado desde muy pequeñas. De este modo activamos, en mayor o menor medida, nuestras estrategias de búsquedas de soluciones para terceros. Esta es una habilidad increíblemente valiosa que hemos entrenado, pero que parece no funcionar cuando se trata de nosotras mismas.
La guardiana del sistema
El hecho de que todo lo que nos rodea esté bien, es algo que nos tranquiliza. Si nuestro contexto está en equilibrio, apenas reparamos en cuál es nuestra situación personal. Nos esmeramos en que si algo se desajusta seamos capaces de resolverlo. Cuando reina la calma en la vida de nuestras criaturas, parejas, familias, trabajo, amistades, …….. y todos los espacios que nos rodean, nosotras estamos bien.
Nos convertimos en un taller de reparación de hándicaps. A veces los problemas no han llegado y ya somos capaces de divisarlos. Así ya tenemos la autoridad de poner en marcha la máquina de soluciones y si podemos, evitar la mínima molestia o frustración a nuestro entorno. Esto pasa hasta que un día te enfrentas a tu propia realidad y piensas: ¿Quién se ocupa de mí?.
El día que te encuentras contigo misma